Una conmovedora parábola ilustra los cuidados de Dios para con su pueblo. Israel es la viña del Amado de Dios. Aunque fue plantada, arreglada y cuidada con la más tierna solicitud, en definitiva no produjo sino uva silvestre, incomible y sin valor. En la parábola de los labradores malvados, el Señor expresará la total decepción sufrida por el Amado que tenía todos los derechos sobre su viña, Israel (Lucas 20:9-16).
Pero estos versículos nos hacen palpar también nuestra propia ingratitud. Es como si el Señor, después de permitirnos hacer la cuenta de todas las gracias recibidas desde nuestra infancia, preguntara con tristeza a cualquiera de nosotros: ¿Qué debí de hacer por ti que no haya hecho? ¿No tenía derecho de esperar algún buen fruto de tu parte? ¡Y, sin embargo, nada produjiste para mí!
Conocemos el medio de llevar fruto. Es el de permanecer en “la vid verdadera”. Ahora que Israel, viña improductiva, ha sido quitada, Cristo ha llegado a ser esa vid verdadera y su Padre es el labrador (Juan 15:1).
En el versículo 8, Isaías empieza la serie de los “ayes…” Nos muestran las tristes consecuencias, tanto para Israel como para el ser humano en general, al rehusar obedecer a Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"