Este salmo describe el establecimiento del Reinado con poder; corresponde a Isaías 11:4-5 y Apocalipsis 19:6. Todo lo que se opone a la dominación del Señor será destruido (v. 3-5) mientras que los corazones de todos los fieles se llenarán de alegría (v. 8 y sig.). Entonces la gloria del Señor no solo será proclamada como en el Salmo 96:3, sino que también será vista (v. 6), y los habitantes del mundo estarán en condiciones de notar la diferencia entre el gobierno ejercido por los hombres y la justicia establecida por Dios. Los ángeles, también llamados dioses en el versículo 7, tanto tiempo testigos de la iniquidad que ha cubierto a la tierra, asistirán finalmente al triunfo de la justicia. Verán al Primogénito, Cristo, introducido por Dios en el mundo habitado y, unidos en un mismo pensamiento con los santos que estén en la tierra, le tributarán su homenaje (Hebreos 1:6).
Los tres últimos versículos son para todos los tiempos, porque Dios tiene constantemente los ojos puestos en los que le aman, en los que son “rectos de corazón”. En Su gracia los llama “santos” y “justos”. ¡Espera de ellos que aborrezcan el mal y se alegren en Él! (v. 10, 12; comp. Romanos 12:9; Filipenses 4:4 y sig.). Él no dejará de guardar sus almas y alumbrar sus pasos (v. 10-11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"