Un alma saciada

Salmos 63

¿Podemos apropiarnos esa ardiente oración matinal del salmista? Al experimentar la aridez de este triste mundo, todo su deseo, toda su esperanza, todo su gozo es su Dios, objeto de su ferviente meditación, día y noche. La vida es lo más preciado que tiene un hombre, pero el creyente ha hallado un tesoro más grande aún: la misericordia de su Dios. Guarda en su corazón todas las pruebas de ella (v. 3, 7). Note la magnífica progresión: “Mi alma tiene sed de ti” (v. 1); “será saciada mi alma” (v. 5; Jeremías 31:25); y mi alma “está… apegada a ti” (v. 8). Al mirar al mundo experimento esa sed y ese abatimiento, pero, al pensar en el Señor, mi alma está satisfecha; adoro y, así fortalecido, unido a Cristo, quien me colma de bendiciones y me basta por sí solo, puedo seguirle a través de este mundo árido, sostenido por su poderosa mano.

Pero el camino del desierto pronto se va a acabar. Mañana, la meta del peregrino aparecerá sin velo. ¿Cuál es la meta?: el Señor en su gloria, al fin visto con nuestros propios ojos. Lo pidió él mismo cuando dijo:

Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado
( Juan 17:24);

comp. con el v. 2 de este Salmo). ¡Ojalá pueda el Señor encontrar en cada uno de nuestros corazones un deseo que corresponda al suyo!

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras