Cuando el creyente encuentra la maldad bajo todas sus formas, cuando es perseguido por los hombres y desmaya su corazón, entonces halla su refugio en Dios (v. 2-3). Esta fue la experiencia de David cuando era perseguido sin tregua por Saúl primeramente, y más tarde por Absalón; será también la del remanente de Israel cuando huya de la dominación del Anticristo.
“Llévame a la roca que es más alta que yo”. El Espíritu de Dios transporta la fe a alturas a las que la inteligencia natural no tiene acceso y de las que uno se siente indigno. Y, de lo alto de esa roca, el creyente exalta todo lo que el Señor es para él; todos los aspectos del socorro y de la protección que halla en Él: “una torre fuerte delante del enemigo” (comp. Proverbios 18:10), un “tabernáculo” para quedar al abrigo de la tormenta o del calor del sol; “la cubierta de sus alas” que hablan de ternura y seguridad.
Como en el Salmo 56:12, el fiel recuerda los votos que hizo, es decir, los compromisos tomados para con Dios (v. 5, 8). Para nosotros, cristianos, estos votos corresponden al sentimiento de los derechos del Señor sobre nosotros, al hecho de tener conciencia de que hemos sido entregados a Dios, que no nos pertenecemos más a nosotros sino al que nos ha rescatado (2 Corintios 5:15; léase también Romanos 12:1).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"