Bajo su forma profética, este salmo anuncia el momento en que los poderosos de la tierra tendrán que someterse a Jehová. La gloria y la fuerza que tan voluntariosamente se atribuye el hombre solo pertenecen a Dios. Estas le serán efectivamente devueltas cuando Él juzgue oportuno elevar la voz para reivindicar sus derechos (la voz de Jehová es mencionada siete veces en este salmo). Acabará el dominio de las naciones (esos “hijos de poderosos”) sobre Israel, pues el Señor dará poder a su pueblo cuando se siente como Rey para siempre (v. 10-11).
¿No es poderosa y magnífica esa voz del Creador que todos los hombres tienen oportunidad de oír? Dios les habla a través de los fenómenos naturales: viento, trueno, aludes o terremotos que impresionan a las almas por su grandeza al mismo tiempo que les infunden espanto y terror… aunque generalmente ¡muy pasajero! Mas ante todo Dios se ha dirigido al mundo por Jesucristo, el Verbo hecho carne (Juan 1:14; 18:37). Fue la voz de la potestad divina “sobre las muchas aguas” (v. 3), cuando Él detenía la tempestad con una palabra (Marcos 4:39). Pero también es “la voz callada y suave” (1 Reyes 19:12-13, V. M.) del amor, la voz del buen Pastor. Esta todavía se oye hoy en su Palabra. ¡Sepamos escucharla!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"