Las súplicas que escuchamos en este salmo no son comparables con las confiadas oraciones que un creyente puede dirigir a su Dios y Padre hoy día. El temor de no obtener una contestación, el terror de la muerte, el miedo a ser arrebatado con los malos y, finalmente, el deseo de que ellos sean castigados, son aquí los sentimientos del fiel israelita de los últimos tiempos. Pero esa gran angustia hace resaltar aun más la respuesta que obtiene y el gozo que siente (v. 6-9).
Jehová es mi fortaleza (v. 7).
declara él. Y en el versículo 8: “Jehová es la fortaleza de su pueblo”. La experiencia es individual antes de ser colectiva.
Recordamos un episodio de la historia de David, el autor de este salmo. De vuelta de Siclag, halla la ciudad incendiada y ve que todos los habitantes han sido llevados en cautiverio; sus compañeros hablan de lapidarlo; se angustia mucho. Entonces se “fortalece en Jehová su Dios” (1 Samuel 30:6). A veces es necesario hacer, como él, la experiencia de nuestra completa debilidad para entonces comprobar que toda nuestra fortaleza está en el Señor (2 Corintios 12:10). Notemos también que la respuesta divina produce alabanza en el corazón del creyente. ¡Jamás nos olvidemos de expresarla! (Isaías 25:1).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"