En este salmo brilla toda la confianza que el creyente deposita en Aquel que es su salvación, su luz, la fortaleza de su vida (v. 1; comp. Salmo 18:27-29). La epístola a los Efesios lo confirma: Cristo es, a la vez, la luz y la fortaleza del creyente (cap. 5:14; 6:10). ¿Quién como el Señor Jesús tuvo esa confianza en Dios? Así como el Salmo 22 es el de la cruz, a este se le ha llamado «el salmo de Getsemaní». El versículo 2 evoca de un modo asombroso esa turba armada con espadas y palos que avanza, conducida por Judas, para prender al Señor de gloria. Al oír tan solo sus palabras: “Yo soy” retroceden y caen a tierra (Juan 18:6).
El salmista busca refugio en la casa de Jehová (v. 3-5; 2 Reyes 19:1, 14). Aquí vemos, además, una preciosa figura de la comunión, esta “cosa” que debemos pedir y buscar por sobre toda otra. Pero esta comunión no es solo para las horas de pruebas, sino para “todos los días de mi vida”. Ella es, por así decirlo, el ambiente necesario para discernir la belleza del Señor y progresar en el conocimiento de Él.
El último versículo, como una divina respuesta, viene a apaciguar toda la ansiedad del creyente:
Sí, espera a Jehová (v.14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"