El momento tan esperado ha llegado; Israel puede tomar posesión de su herencia. Judá es el primero en recibir su porción. Ciudad por ciudad, está detallada como para subrayar el interés que Jehová atribuye a cada parcela de su país. Quiera Dios que nosotros también tengamos una visión cada vez más amplia del pueblo de Dios, en particular para abarcarlo en nuestras oraciones.
¡Ay, desgraciadamente al final de cada delimitación vamos a encontrar una restricción, un pero! La victoria no es completa. Judá no logra arrojar a los jebuseos (v. 63). Hasta el reinado de David, estos conservarán una plaza fuerte en Jerusalén: la fortaleza de Sion (2 Samuel 5:6). Efraín no muestra más capacidad para desposeer al cananeo en Gezer (cap. 16:10). Sometidos a pagar un tributo servil, estos vencidos ¿no serán inofensivos? Todo lo contrario, tal como lo ha anunciado Moisés, constituirán trampas en medio de Israel, lo arrastrarán al mal y a la idolatría. Y nuestros propios corazones, queridos hijos de Dios, ¿por quién laten? ¿Toleramos en ellos a ciertos “enemigos” que no nos parecen peligrosos? Quizás incluso nos hemos acostumbrado a su presencia. ¡Que el Señor nos dé la suficiente valentía para juzgarlos, a fin de que él sea el único que reine en nuestro corazón! (Romanos 6:12-14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"