Acerca de la tribulación que atravesará el remanente de Judá durante los tiempos apocalípticos, el Señor declara que no hubo ninguna semejante desde el principio de la creación… y que no la habrá jamás. Podemos entonces comprender ese angustioso grito: “¿Hasta cuándo?”, repetido cuatro veces en este salmo y varias veces más en otros. Además agrega que, por causa de los escogidos, Dios “acortó aquellos días” (Marcos 13:20; Romanos 9:28).
Aunque el creyente nunca llegue a conocer semejante angustia según la promesa del Señor (Apocalipsis 3:10), durante un tiempo más o menos largo puede sentirse desalentado y pensar que Dios le olvida o que deliberadamente esconde su faz de él (v. 1). Tal vez lo hemos experimentado. ¿Cómo salir entonces de ese oscuro túnel? Primeramente, dejemos de atormentarnos y de consultar con tristeza a nuestro propio corazón (v. 2); no nos dará ninguna respuesta, sino más bien fatiga y angustia (1Samuel 27:1). Luego apresurémonos a recordar esa triunfante exclamación:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución?…
(Romanos 8:35).
El recuerdo de su misericordia y de su salvación es el secreto que volverá a alentar nuestra confianza y nuestro gozo (v.5).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"