Los “tiempos de tribulación” descritos en el Salmo 9 (v. 9) y en el 10 (v. 1) serán aterradores. Codicias, orgullo, incredulidad, perfidia, violencia…, estos caracteres que existen en el mundo actual alcanzarán su plena medida cuando “Aquel que detiene” (el Espíritu Santo) esté lejos, en los días del Anticristo acerca del cual esos versículos nos ofrecen un siniestro cuadro (ver 2 Tesalonicenses 2:7-8). Pero, contrariamente a los pensamientos del malo, quien estima que Dios no “inquirirá” nada (v. 4, 13) de todo lo que él hace en secreto con astucia y malicia es descubierto. Y todo lo que él dice “en su corazón” (v. 6, 11, 13) es publicado por Aquel que sondea los corazones (Lucas 12:3). “No seré movido jamás” aquí es el lenguaje de la locura (v. 6), pero también puede ser el de la fe (Salmo 62:6). El pensamiento acerca de que Dios lo ve todo estimula al fiel puesto a prueba; el desdichado puede confiarse en Él (v. 14). Y el versículo 2 contiene otra verdad tranquilizadora: el malo será siempre atrapado en su propia red (comp. Salmo 7:15; 9:16).
El Salmo 9 finaliza expresando el pensamiento de que las naciones “no son sino hombres”; el Salmo 10 termina llamando al perseguidor: “el hombre de la tierra”. Creyentes, jamás olvidemos que nosotros somos del cielo y que, como consecuencia, estamos fuera del alcance del mundo y de su príncipe.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"