Juicios y acusaciones

Job 18:1-21

Al abrumar a su amigo, Elifaz, Bildad y Zofar trabajan, sin darse cuenta, en el quebrantamiento de su fe.

Acusar a alguien es hacer la acostumbrada obra de Satanás. No solamente este ataca al creyente delante de Dios, como lo hemos visto en los capítulos 1 y 2, sino que todavía le acusa en su fuero interno al inspirarle dudas: «¿Ves que no tienes la verdadera clase de fe? ¡No eres salvo! ¡Ya ves que Dios te abandona! Si fueses un hijo de Dios, no te conducirías así».

A las primeras dudas sembradas se agregan otras, porque el Enemigo las aprovecha para luego soplar al oído: «Tus dudas prueban que no tienes fe; un creyente no puede dudar».

Rechacemos con energía esos “dardos de fuego del maligno”. ¿Por qué medio? Sirviéndonos del “escudo de la fe”, dicho de otro modo, con la simple confianza en Dios y en las promesas de su Palabra (Efesios 6:16).

Bildad evoca al “rey de los espantos” (v. 14). Es la muerte, permanente amenaza hacia la cual todo ser humano es obligado a ir sin saber cuándo la encontrará. Pero para el creyente no es más un objeto de espanto. Mediante la misma muerte, Jesús volvió impotente a Satanás, quien tenía el poder de la muerte (Hebreos 2:14).

“Para mí… el morir es ganancia” escribía el apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses (cap. 1:21).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"