La vehemencia del pobre Job contrasta con las frías sentencias de sus tres compañeros. Estos no podían ofrecerle ningún socorro en su dolor, pero descubrimos que Job poseía un punto de apoyo inquebrantable: su fe en un Redentor vivo. Los notables versículos 25 a 27 nos lo enseñan: Job, como los patriarcas, había recibido una revelación divina respecto de la resurrección: “En mi carne he de ver a Dios” (comp. Salmo 17:15).
¡Cuánto más sabemos que ellos, según la plena luz del Nuevo Testamento! (en particular en 1 Corintios 15). A pesar de esto, muchos hijos de Dios no van más allá de la cruz en la que contemplan a un Salvador muerto por sus pecados. Por cierto, es una verdad inestimable, pero ¿saben ustedes, mis queridos amigos, que su Redentor vive ahora? (v. 25; Apocalipsis 1:18).
Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros
(Romanos 8:34).
A esas notables palabras de fe que el Espíritu de Dios ha dictado a Job, Zofar responde con su propia inteligencia (Job 20:2). Volviendo a tomar el tema de Elifaz y de Bildad (cap. 15:20-35; 18:5-21), se extiende largamente sobre la muerte que aguarda a los malos, atacando así indirectamente y sin compasión a su amigo (ver Proverbios 12:18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"