Job, en su dolor, no ve otra salida que la muerte y la llama en su auxilio. Esto habría tenido que probarles a sus amigos que él no tenía mala conciencia. Si hubiese sido el culpable al que acusaban, ¿no habría temido, en efecto, comparecer ante Dios?
Sus palabras son cada vez más desgarradoras: “He venido a ser como a quien le escupen en la cara” (v. 6, V. M.). Esta expresión del más infamante desprecio forma parte de los ultrajes que han sido infligidos a nuestro Salvador (Isaías 50:6; Marcos 14:65; 15:19). ¡El hombre ha mostrado toda la bajeza de la cual era capaz al insultar tan cobardemente a Aquel que estaba indefenso y en la más profunda humillación voluntaria!
“Los rectos se maravillarán de esto” prosigue Job en el versículo 8. ¡Efectivamente, qué cosa incomprensible es ver al “justo desamparado”! (Salmo 37:25). Semejante espectáculo hacía correr el riesgo de desmoronar la fe de muchos en la justicia de Dios (comp. Salmo 69:6).
“Fueron arrancados mis pensamientos, los designios de mi corazón” exclama Job (v. 11). En efecto, suele ocurrir que Dios se atraviese en nuestro camino para conducirnos a escudriñar nuestros corazones y a descubrir en ellos proyectos que nos satisfacían pero que no tenían su aprobación (Proverbios 16:9; 19:21). Bien se dice que, cuando él cierra una puerta delante de nosotros, es porque sabe que no hay nada bueno para nosotros detrás de ella.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"