Un duro juicio basado en la tradición

Job 8:1-22

Escuchemos lo que Bildad tiene que decir ahora. Como todavía no se atreve a afirmar abiertamente que el infortunio de Job resulta de sus propios pecados, empieza por hablar de sus hijos. Para él, la cuestión es simple: la muerte de los hijos de Job ha sido consecuencia de su transgresión (v. 4). Han pecado y Dios los ha castigado. Cuán crueles son estas palabras para el pobre Job, quien otrora “se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos” (Job 1:5). Es como si su amigo le hubiese dicho: «Tus oraciones han sido inútiles; Dios no te ha escuchado y no ha querido salvar a tus hijos».

Los tres amigos conocen a Dios solo como un justo Juez. Por cierto, la justicia del Todopoderoso (v. 3) es un lado de la verdad. Hasta es tan perfecta que, cuando su propio Hijo cargó con nuestros pecados, Dios se vio obligado a castigarle en su ira. Pero la cruz, donde ha sido dada esa suprema prueba de su justicia nos trae al mismo tiempo la más maravillosa prueba de su amor. Si a las almas se les habla solo de justicia y no de amor, se las impele al desaliento o a la propia justificación. Es el doble efecto que los razonamientos de sus amigos producirán en Job.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"