Hasta aquí, Dios había cercado a su siervo Job con un vallado protector (v. 10). Una invisible barrera protege a los creyentes de los ataques de fuera y al mismo tiempo de su propia tendencia a dejar el lugar de la bendición. Por ejemplo, los hijos de padres creyentes son guardados por medio de la enseñanza recibida en casa y en las reuniones. ¡No derrumben deliberadamente ese vallado! (Eclesiastés 10:8).
Satanás ha obtenido el permiso para obrar (véase Lucas 22:31). Elige el día favorable y, con un apresuramiento que recalca su odio, hiere al desdichado Job con cuatro golpes de progresiva intensidad. En un instante, nuestro patriarca, sin haber tenido el tiempo de recuperarse (Job 9:18), se ve despojado de toda su prosperidad y privado de sus diez hijos. De pie, en medio de esas ruinas, no se altera. Muestra así que su confianza no descansaba en los bienes recibidos sino en Aquel que se los había dado. El diablo trabajó en vano. “¿Acaso teme Job a Dios de balde?” había preguntado él (v. 9). Job responde mostrando que, aun cuando no tiene nada más, por gracia continúa temiendo a Dios.
Satanás había afirmado: “Verás si no blasfema contra ti” (v. 11). “Sea el nombre de Jehová bendito” exclama Job cuando se le quita todo (v. 21). Pone en práctica la exhortación particularmente difícil de llevar a cabo:
Dad gracias en todo
(1 Tesalonicenses 5:18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"