En una corta parábola, el Señor Jesús presenta el reino de Dios de la siguiente manera: “Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra, y duerme…”. Ansí aparece en el libro de Ester, Jehová, quien no está nombrado allí ni una sola vez, parece dormir. Pero, leamos lo que sigue: “… y se levanta, de noche y de día…”. Algunos versículos más adelante el Señor de los vientos y de las olas duerme en el fondo de la barca… sin cesar –estemos seguros de ello– de velar sobre sus queridos discípulos (Marcos 4:26-27, 38). Vemos en nuestro capítulo mediante qué admirable eslabonamiento todo se halla conducido por un Dios que no se muestra. El insomnio del rey, la lectura que se le hace, la pregunta que formula, el preciso momento en que Amán penetra en el patio, todo está dirigido, regulado como un minucioso mecanismo por su soberana mano. Los incrédulos consideran inverosímil tal cúmulo de circunstancias. Pero a nosotros, los creyentes, no nos extraña de ningún modo. Por haber hecho muchas veces la experiencia de ello, conocemos esa todopoderosa intervención que hace que todas las cosas ayuden a bien a los que aman a Dios (Romanos 8:28).
Los Salmos 7:13-16 y 37:32-33 reciben en nuestro relato una magistral confirmación.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"