¿Quién habla aquí? El que extendió los cielos, fundó la tierra y formó en el hombre esa inteligencia de la cual este se siente tan orgulloso (y que a menudo emplea tan mal; comp. Isaías 42:5). ¿No tendría tal Dios soberana autoridad sobre los acontecimientos terrenales? Las conspiraciones tramadas por el espíritu que él mismo creó, ¿le tomarían desprevenido? ¡Es imposible! Y cuando todas las naciones de la tierra, enceguecidas por el odio, se junten para sitiar a Jerusalén, esta será para ellas como una copa envenenada, una piedra de tropiezo. Porque “en aquel día” Jehová fortalecerá victoriosamente a los jefes de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Obrará por medio de ellos, pero también en ellos. Dios derramará sobre su pueblo humillado y arrepentido “espíritu de gracia y de oración”.
En aquel que traspasaron, por fin reconocerán los judíos a su fiel Pastor, el Heredero del trono de David, el unigénito de Dios.
Amigos creyentes, si es cierto que el Señor se complace en trabajar por medio de nosotros, no perdamos de vista la obra que él desea cumplir en nosotros. Consiste en colocarnos siempre de nuevo ante la cruz y sus consecuencias. Y los versículos 11 a 14 subrayan que cada uno, personalmente, tiene que ponerse en regla con Dios respecto de sus pecados.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"