El incendio mencionado en los versículos 1 a 3 anuncia la ira contra el país y contra el pueblo a causa del crimen del cual este se hará culpable en la cruz.
Luego se invita al profeta a personificar sucesivamente al buen Pastor, Cristo (v. 4) y al pastor insensato, es decir, el anticristo (v. 15-17). Hasta el versículo 14 somos transportados al tiempo de los evangelios. Esos compradores, vendedores y malos pastores son respectivamente los romanos y los jefes de los judíos, sean políticos o religiosos. Jesús los califica de ladrones, salteadores y asalariados, de lobos arrebatadores (Juan 10:8 y 12; Ezequiel 34). Él, el buen Pastor, venía para reemplazarlos y apacentar al pueblo, trayéndole la gloria y la unidad nacional (los dos cayados llamados Gracia y Ataduras). Pero, con excepción de algunos “pobres del rebano” (v. 11; Lucas 14:21), ese pueblo no entendió sus designios de amor. Los versículos 12 y 13, tan exactamente cumplidos, nos dicen a qué irrisorio precio fue estimado Jehová (Mateo 26:15).
¿A qué precio estimamos al Señor Jesús?
Luego, sin transición, los versículos 15 a 17 introducen la dominación todavía futura del “pastor inútil” (Juan 5:43). Ese satánico personaje es suscitado como castigo sobre “las ovejas de la matanza”: el pueblo culpable de haber rechazado a su verdadero Conductor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"