Esta profecía concierne a los pueblos vecinos de Israel. Su conducta había sido observada sin que lo supieran, “porque el ojo de Jehová está sobre los hombres” (v. 1, V. M.; fin del v. 8). Sí, cuántos se olvidan de esa santa mirada y se comportan como si el Señor no los viera.
Aquí Dios se dispone a destruir la sabiduría humana y la fuerza de Tiro, la falsa confianza de Ecrón, la soberbia y las abominaciones de los filisteos… Así el camino quedará abierto al Mesías que vendrá a anunciar la paz y dominar hasta los confines de la tierra. ¡
En efecto, vino ese Rey “cabalgando sobre un asno…”!
(v. 9; Juan 12:15).
Pero su pueblo no recibió y, desde hace cerca de dos mil años, la profecía se detuvo, por decirlo así, entre los versículos 9 y 10. Pronto volverá a tomar su curso. Después de terribles juicios el Rey reaparecerá con toda su majestad. Su bondad y su hermosura serán admiradas juntas (v. 17). “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios…” proclama el cántico compuesto respecto del Rey (Salmo 45:2). Es infinitamente conmovedor pensar que entonces sus redimidos serán como las piedras preciosas de su corona (v. 16 fin): contribuirán a esa maravillosa hermosura del Rey (Isaías 62:3). Al mismo tiempo, el solo hecho de que estén presentes con él dará testimonio de Su inefable bondad (Salmo 31:19, 21).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"