Después del libro de las visiones (cap. 1-6) empieza el de las profecías. Una diligencia de los habitantes de Bet-el, para saber si debían seguir con el ayuno y las lamentaciones, da lugar a la primera declaración del profeta. Antes de contestar, se dirige a la conciencia de ellos (comp. Lucas 13:23-24; 20:2-3; 22-25). ¿No era ese ayuno más bien el lamento por sus desdichas antes que la señal de un verdadero arrepentimiento? Hasta llegará a ser para los judíos hipócritas un medio para hacerse honrar, lo que Jesús denunciará con vehemencia (Mateo 6:16). Pero, queridos amigos, la seria pregunta del versículo 5 parece ser como el dedo de Dios apuntado hacia nuestro corazón e interrogándonos acerca del verdadero motivo de cada uno de nuestros hechos: «¿Es realmente para mí… para mí?». Las formas de piedad no pueden engañar a Dios. En cambio, nada se le escapa de lo que se hace por amor a él. No se equivoca acerca del gesto de María: “Buena obra me ha hecho” (Marcos 14:6; 8:35).
Dios, quien es luz y amor, recuerda sus exigencias de siempre: verdad y misericordia (v. 9 y sig.) ¡Ay!, lo que él halló explica y justifica su severo castigo: volvieron la espalda, taparon sus oídos, “pusieron su corazón como diamante”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"