La octava y última visión nos recuerda la primera (cap. 1), pero con la diferencia de que aquí los caballos están uncidos a carros (los cuatro imperios) y se lanzan entre los montes de bronce (la estabilidad del gobierno de Dios). Bajo la imagen de vigorosos caballos, se puede identificar a Roma buscando extender su dominio sobre toda la tierra. Dios se sirvió de eso para que el Evangelio fuera predicado a toda la tierra habitada.
Los versículos 9 a 15 nos presentan a tres viajeros venidos de Babilonia para ayudar a sus hermanos con dones y aliento. Los nombres de esos hombres son significativos. Heldai (resistente, nombrado luego Helem: la fuerza), al igual que Tobías (Jehová es bueno) y Jedaías (Jehová sabe) son recibidos por Josías (Jehová soporta, quien en el versículo 14 es llamado Hen, es decir, la gracia).
Pero el personaje central es Josué, dicho de otro modo Jesús, Dios Salvador, de quien aquel es figura, porque reúne en su persona el sacerdocio y la realeza.
En el día de su gloria, el Señor atribuirá a los suyos lo que por pura gracia ellos hayan preparado para él (Lucas 19:24-26). Todas esas coronas que le pertenecen (v. 11), se las otorgará a los humildes fieles que le hayan honrado en el tiempo en que era menospreciado (v. 14). ¿Formaremos parte de ellos para poder ponerlas a sus pies? (Apocalipsis 4:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"