Por sus preguntas, Zacarías se clasifica entre los profetas, quienes según 1 Pedro 1:10-11 diligentemente indagaron el alcance profético de sus propios escritos. Buscaban en ellos a Aquel que ahora nos fue revelado en sus sufrimientos y sus glorias (p. ej. cap. 13:5-7; 6:13). ¡Cuántas figuras de Cristo tenemos en este capítulo! Él es el verdadero candelero de oro, la luz de este mundo (Juan 8:12). Igualmente es el divino Zorobabel, garante de la bendición de su pueblo.
En el capítulo 3:9 era la piedra fundamental. Aquí le vemos como piedra de pináculo, clave de bóveda del edificio.
Dicho de otro modo, él empieza y acaba según su gracia la obra de la Casa de Dios (Esdras 3:10; 5:15-16).
En cuanto a las siete lámparas del santo candelero, nos agrada ver en ellas a los creyentes (Apocalipsis 1:20 final). También ellos son llamados “la luz del mundo” (léase Mateo 5:14-16). Y esa luz está alimentada por el Espíritu Santo (el aceite), única fuente divina para la actividad del redimido. “No con ejército, no con fuerza, sino con mi Espíritu” dice Jehová (Salmo 44:3-8). Cuando nos damos cuenta de nuestra incapacidad, Dios se complace en obrar y en apartar todo “monte” de nuestro camino (v. 7; Mateo 17:20). No menospreciemos, pues, el actual “día de pequeñeces” (v. 10); puede ser el de una gran fe y de una gran abnegación.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"