Una nueva escena se ofrece a Zacarías. El sacerdote Josué, que representa al pueblo, está delante del Ángel de Jehová. Pero también Satanás está ahí en su acostumbrado papel de acusador (Apocalipsis 12:10). Porque las viles vestiduras de Josué son una muy apropiada ocasión para sus ataques. Jehová había dado tan formales instrucciones para la purificación de los sacerdotes (p. ej. Levítico 8:6-7; Números 19:7 y sig.), que presentarse ante él con algo sucio significaba una segura condena. Pero –como lo leímos– aquel a quien el adversario se permite tocarle es como la niña del ojo de Dios (cap. 2:8), “un tizón arrebatado del incendio” (v. 2). El pobre acusado no tiene nada que decir en su defensa; el Juez mismo proveyó lo necesario. ¡Pero sin que por ello tolere la suciedad! “Mira” –declara él– “he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir” no solo de vestiduras limpias, sino “de ropas de gala” (comp. Mateo 22:12). Josué, purificado y justificado, tiene de ahí en adelante una doble responsabilidad: andar en los caminos de Jehová y cumplir fielmente su cargo (v. 7).
Querido amigo, para experimentar la gracia del Señor, es necesario que haya tomado el mismo lugar que Josué.
Los versículos 8 a 10 introducen al Mesías (el Renuevo) reinando con justicia sobre un pueblo purificado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"