En presencia de una prueba, cualquiera sea, hagamos como Habacuc: subamos sobre esa “fortaleza” (o torre; comp. Proverbios 18:10) que nos protege, nos mantiene apartados del tumulto y así nos permite considerar todo desde lo alto con la perspectiva de Dios mismo (Isaías 55:8-9).
El siervo de Dios recibe en ella la respuesta a su ansiedad: el justo –se le dice– “por su fe vivirá” (v. 4).
Esta es la llave de la presente situación. Alrededor de él nada cambió: los enemigos siguen allí y todas las formas de iniquidad continúan desplegándose. Pero la fe del justo puede apoyarse en las certidumbres de la Palabra de su Dios. Cesan sus ansiosas preguntas. Él cree y sabe que esta misma tierra, hoy llena de la vanidad del hombre, pronto será “llena del conocimiento de la gloria de Jehová” (v. 14; Isaías 11:9). Se le enseña acerca de la suerte de los malvados, aunque su juicio todavía esté en suspenso (v. 6-20). Y fijémonos cómo los actos de los incrédulos contrastan con la justicia y la vida de la fe, esa fe necesaria tanto para ser salvo como para atravesar el mundo. Este versículo 4 está citado tres veces en las epístolas (Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38). En ellas toma una capital importancia al establecer que la fe es el único medio para obtener la justicia y la vida eterna.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"