Nahum parece ser, como Jonás, originario de Galilea1). Es prueba de que los judíos conocían mal sus propias Escrituras cuando afirmaban que “de Galilea nunca se ha levantado profeta” (Juan 7:52). Otro punto común con Jonás: esta profecía concierne a Nínive. “Aquella gran ciudad”, perdonada en otros tiempos a causa de su arrepentimiento, había vuelto a su maldad. La obra que Dios había hecho en el corazón de los padres no se había renovado en el corazón de los hijos. Y ahora, después de más de un siglo de paciencia (en lugar de 40 días), ese Dios “tardo para la ira” (v. 3; Jonás 4:2) confirma su irrevocable juicio. ¡Qué contraste entre la manera en que Dios se revela a sus adversarios y aquella en que lo hace a los “que en él confían”! (v. 7). Cada uno de estos últimos es conocido personalmente por Él. El lector ¿forma parte de ellos? (2 Timoteo 2:19).
Al citar el versículo 15: “He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz” (comp. Isaías 52:7), la epístola a los Romanos (cap. 10:15) lo aplica a la buena nueva por excelencia, el Evangelio de la gracia. Nosotros, que nos desplazamos hoy con tanta facilidad, ¿sentimos en el corazón el deseo de propagar la verdad, de anunciar la salvación y la paz? Consideremos a Jesús haciendo a pie un largo y cansador viaje para encontrar a la samaritana junto al pozo de Sicar (Juan 4).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"