Un grave asunto turbaba a los tesalonicenses. ¿No era inminente el día del Señor? Sus tribulaciones podían hacerles creer tal cosa, y falsos maestros lo afirmaban. No, contesta el apóstol. Ese día debe ser precedido por tres acontecimientos:
1° El arrebatamiento de los creyentes para estar junto con el Señor. 2° La apostasía de la falsa iglesia y de los judíos mismos. 3° La aparición del Anticristo, llamado “el hombre de pecado, el hijo de perdición” (v. 3) y el “inicuo” (v. 8). Estos nombres subrayan, por contraste, los caracteres del Señor Jesús: justicia, salvación y entera obediencia a Dios.
En este terrible período un poder engañoso, enviado como castigo, oscurecerá la mente de los hombres. Como no creyeron la verdad, creerán la mentira. “El misterio de la iniquidad” (v. 7) ya está en acción, agrega el apóstol (comp. 1 Juan 2:18). Solo que “hay quien al presente lo detiene”, el Espíritu Santo; este opone una barrera al despliegue del mal en el mundo. Cuando él haya dejado la tierra junto con la Iglesia, entonces la iniquidad no conocerá freno alguno. Pero, ¡qué contraste entre ese poder satánico (v. 1-12) y la obra de nuestro Dios y Padre! (v. 13-17). Él nos amó, nos escogió para salvación y nos llamó para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Ahora no dejemos de darle las gracias (v. 13; cap. 1:3).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"