«Nada hay más conmovedor en la boca de Dios que esa mezcla de reproches, ternura y llamados a volver a momentos más felices. Pero todo fue en vano; Dios tuvo que juzgar y recurrir a su soberana gracia, la que llevará a Israel al arrepentimiento y a él» (J.N.D.).
“No conocerás a… otro salvador sino a mí” dice Jehová.
Efraín deberá convencerse de ello después de haber esperado en vano que sus reyes y sus jueces lo librasen (v. 10). “En ningún otro hay salvación” confirma Hechos 4:12 al hablar del nombre del Señor Jesús.
Dios conoció a su pueblo en el desierto. Entonces Israel andaba en pos de él en tierra no sembrada (v. 5; Jeremías 2:2). Como lo dijo alguien, mientras no había más que Dios y la arena, le era muy necesario contar con Jehová a cada paso; más tarde, en cambio, la prosperidad con la saciedad contribuyeron a su culpable alejamiento (v. 6; Deuteronomio 32:15, 18). Por desdicha, así ocurre a menudo en la vida del cristiano. Tan pronto como piensa que no ha de contar con el Señor para sus necesidades de cada día, corre el riesgo de enorgullecerse y olvidar al Dios de quien depende.
1 Corintios 15:55 se hace eco del grito de victoria del versículo 14. A partir de la promesa tocante a la liberación final de Israel, el Espíritu eleva nuestras miradas hacia la resurrección y hacia Aquel que venció la muerte.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"