Oseas acaba de enunciar lo que Dios espera para sanar a Israel: “que reconozcan su pecado” (cap. 5:15). ¿No es conmovedor ver cómo inmediatamente después el profeta toma al pueblo de la mano –por decirlo así– y le exhorta: “Venid y volvamos a Jehová”? El que hirió vendará nuestras llagas.
Un pastor de ovejas explicó cómo le fue necesario quebrar una pata a una indócil oveja para hacerla dependiente de él y para que le tomara afecto por sus cuidados.
El versículo 4 vuelve a hacer el retrato moral del pueblo… y por desdicha el de muchos cristianos. ¿A cuántos que tuvieron una conversión llena de promesas, ahora se les podría dirigir este reproche: “La piedad vuestra es como nube de la mañana, y como el rocío de la madrugada, que se desvanece”? (v. 4; Apocalipsis 2:4). ¡Oh, el Señor mantenga en nuestros corazones la frescura de nuestros afectos por él, pese a los contactos desgastantes con este mundo! Efraín y Judá en vano traían animales para los sacrificios (cap. 5:6). Jehová les dice: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (v. 6 que el Señor cita dos veces a los fariseos: Mateo 9:13; 12:7). El amor por Cristo y el amor al prójimo, que dimana de aquel, es el único móvil que Dios reconoce para cualquier servicio (1 Corintios 13:1-3).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"