El profeta se dirige muy especialmente a los principales de Israel: los sacerdotes y la casa del rey. Estos, quienes debían haber dado el ejemplo, fueron un lazo para el pueblo (v. 1). El resultado es catastrófico: “Se han abismado en el degüello estos apóstatas” (v. 2, V. M.)
En el capítulo 4:15 Jehová había instado a Judá a que no imitara a Efraín. ¡En vano! Tan pronto como hubo anunciado la caída de este último, el versículo 5 agrega: “Judá tropezará también con ellos”. ¡Qué inconsecuencia y qué soberbia la de esos desdichados israelitas! “Sus malas obras no les permiten volver a su Dios” (v. 4, V. M.) Sin embargo, como si tal cosa, se acercan a Jehová con sacrificios. Y no le hallan (v. 6), porque es ultrajar a Dios pretender cumplir un servicio religioso sin estar previamente en regla con él respecto de nuestros pecados. Efraín, pese a que descubre su enfermedad (v. 13), no se dirige al gran Médico, reconociéndose culpable (v. 15), sino que se vuelve hacia Asiria, al rey Jareb. De igual manera actúan muchas personas. Cuando su conciencia les molesta, antes que humillarse ante Dios, buscan ayuda y diversión en un mundo que no las puede curar.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"