El capítulo 41 mencionaba el altar de madera colocado en el interior de la casa. Ahora se trata del altar de los sacrificios en medio del atrio interior: su descripción, sus medidas y finalmente las instrucciones concernientes a su servicio.
Muchos se extrañan de volver a hallar sacrificios en el futuro templo, creyendo ver en eso una contradicción con la plena suficiencia de la obra de Cristo. En efecto, la epístola a los Hebreos afirma que es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados. Por eso Jesús se presentó y ofreció “una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:1 y sig.) Pero aquí no se trata de volver atrás; la perfecta obra del Señor en la cruz será la base de la bendición de Israel, así como asegura la de la Iglesia (Salmo 22:23 y sig.) Se puede entender, pues, que en lugar de ser un acto por el cual se haga “memoria por los pecados” –como se hacía en otros tiempos–, los sacrificios quemados sobre este altar servirán para recordar el de Cristo en la cruz. Este recuerdo visible, necesario para el olvidadizo corazón del hombre, será en alguna medida para el Israel de Dios y el pueblo que nacerá durante el Reinado, lo que la Cena es hoy en día para los cristianos (Salmo 22:31).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"