Además de las cámaras, las que, como en el primer templo, rodean la casa hasta una altura de tres pisos (cap. 41:6 y sig.; comp. 1 Reyes 6:5), los sacerdotes disponen de un gran número de cámaras (o celdas) que dan al atrio. Allí deben comer las cosas santas, almacenarlas y también cambiar sus vestiduras para ejercer sus funciones.
En contraste, pensamos de nuevo en la celestial posición de los redimidos del Señor Jesús, “siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:20-22).
El Señor podía revelar a sus discípulos que en la casa de su Padre había “muchas moradas” (es decir, lugar para todos; Juan 14:2). Al dejarlos, iba a prepararles lugar en ese celestial santuario en el que, pronto, todos los creyentes serán recibidos.
Notemos que las cámaras son santas (v. 13), que los sacerdotes son santos (v. 14) y que los sacrificios son santísimos (v. 13, V. M.) Jehová se acuerda de las abominaciones introducidas en otros tiempos en su templo por reyes impíos (cap. 43:8). En el porvenir, un vasto muro de quinientas cañas de lado circundará el santuario y sus dependencias “para hacer separación entre lo santo y lo común” (final del v. 20, V. M.)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"