A partir del capítulo 40 y hasta el final del libro estamos ante una visión completamente nueva del profeta. Nos transporta a Palestina durante el milenio. Israel, restaurado y reunido, mora seguro; el Espíritu Santo se derrama sobre él (cap. 39:25-29). Ahora Dios se complace en describir el lugar de su propia habitación en la tierra, aquel en el cual su gloria podrá volver a morar. Así como en otro tiempo Jehová había mostrado a Moisés en el monte el modelo del primer tabernáculo (Éxodo 25:40; Hebreos 8:5), le revela a Ezequiel, por medio de una visión, todos los detalles del futuro templo en otro monte. Y cada uno de nosotros puede hacerse destinatario de la exhortación del versículo 4:
Oye con tus oídos, y pon tu corazón a todas las cosas que te muestro.
El profeta va a examinar sucesivamente las tres puertas que dan acceso al atrio exterior (o patio). Cada puerta tiene el aspecto de una pequeña casa atravesada por un corredor central al cual dan tres cámaras de cada lado.
Notemos que la caña de medir que utiliza el guía está dividida en seis unidades, cada una de las cuales tiene un codo y un palmo (es decir, siete palmos), dimensión que solamente Dios emplea. Esto debe enseñarnos a estimarlo todo según su medida, la del santuario.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"