En los capítulos 38 y 39 entra en escena un personaje espantoso, ya encontrado en la profecía bajo el nombre de asirio. Aquí lleva el nombre de Gog y su dominación se extiende hasta Magog, el antiguo país de los escitas, ubicado al norte del mar Negro, pueblo considerado en otros tiempos como particularmente bárbaro (comp. Colosenses 3:11). Gog es el príncipe de “Ros, Mesec y Tubal” (v. 2, V. M.; véase Génesis 10:2), nombres en los cuales se pudo reconocer respectivamente a Rusia, Moscú y Tobolsk, esta última capital de Siberia. A la cabeza de una formidable coalición de pueblos asiáticos, ese jefe, más terrible que Atila y que cualquier otro conquistador de la Historia, vendrá “como tempestad” sobre la tierra de Israel para tomar posesión de ella. Pero Dios intervendrá directamente desde el cielo para aniquilarlos (v. 22) y además esas diferentes razas y naciones se destruirán recíprocamente (v. 21). A menudo hace falta muy poca cosa para convertir a los amigos de ayer en encarnizados adversarios. De esa manera fueron salvados en otro tiempo Josafat y el pueblo de Judá (2 Crónicas 20:23). Queridos amigos, aquel que puede cumplir semejantes liberaciones, ¿podría estar desprevenido acerca de los peligros que nos amenazan? Dejemos siempre que él mismo obre cada vez que enfrentemos los asaltos del Enemigo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"