Ahora Jehová habla de la obra que quiere cumplir mediante su Espíritu en el corazón de los hijos de Israel… y de todos los hombres. Comparemos el versículo 26 con las palabras que Jesús dijo a Nicodemo respecto del nuevo nacimiento. “El que no naciere de agua (v. 25) y del Espíritu (v. 27), no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). El agua que limpia, siempre es la Palabra que el Espíritu Santo aplica a la conciencia y al corazón a fin de que sea recibida y creída para salvación (comp. Juan 4:14).
La nueva vida dada gratuitamente a todos los que creen es la condición para entrar en el reino y en la familia de Dios. Pero no basta que un niño venga al mundo. Luego deberá aprender a andar; más tarde irá a la escuela. Así ocurre con el hijo de Dios (v. 27). Además, tarde o temprano debe pasar por la gran experiencia del versículo 31: “Os avergonzaréis de vosotros mismos…” (véase cap. 6:9; 20:43). El Espíritu de Dios conduce al alma regenerada a ese conocimiento de sí misma (comp. Job 42:6).
Nicodemo, maestro de Israel, habría tenido que conocer estas cosas (Juan 3:10). Estaban expresamente anunciadas en los profetas (véase también Ezequiel 11:19; Jeremías 24:7 y sig.) Y usted, querido amigo que quizás haya sido enseñado en ellas desde su niñez, ¿no debería conocerlas todavía mejor?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"