Entre los vecinos de Israel, Edom era particularmente culpable (v. 5). Todo el capítulo 35 es una profecía contra esos descendientes de Esaú. Con toda la fruición maligna de su corazón pensaban aprovechar la desolación de Israel para tomar posesión de su territorio (cap. 35:10). Pero Jehová estaba allí y velaba. ¿No había afirmado ya desde antes del nacimiento de Jacob y Esaú: “El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”? (Génesis 25:23). Nunca se retractará de su palabra.
Edom se había burlado de “las alturas (o collados) eternas”, nombradas así por Dios mismo en las dos bendiciones destinadas a José (v. 2; Génesis 49:26; Deuteronomio 33:15). Esos montes y esos collados habían “llevado el oprobio de las naciones” (v. 6), porque, según la costumbre pagana, el pueblo impío había edificado allí lugares altos desde los días de Salomón (1 Reyes 11:7). A Jehová le complacerá llenarlos de fruto (comp. Salmo 72:16). Como los incrédulos en otros tiempos, los enemigos decían de ese país que él devoraba a sus habitantes (v. 13; Números 13:33). Pero Dios no permitirá más a las naciones que insulten y cubran de oprobio a la heredad de su pueblo; este no caerá más “en boca de habladores» (v. 3).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"