La gran visión de Ezequiel va a ser –como lo fue para Isaías en su capítulo 6– el punto de partida de su llamado y de su misión. El Espíritu de Dios entra en él, le permite mantenerse en pie y abre su inteligencia a la Palabra divina, de la cual debe empezar por alimentarse antes de poder comunicarla (comp. Apocalipsis 10:8-11). Así, sentirá el efecto de ella sobre su propia alma, porque es imposible aplicar eficazmente la Palabra a los demás sin que uno mismo haya experimentado su dulzura… o su filo (cap. 3:1-3; Jeremías 15:16).
Por lo general, alimentarse de las sagradas Escrituras desde la juventud es el secreto de todo servicio útil para el Señor.
Israel rehusará escucharte –le dice Jehová a su mensajero–, pero, de hecho, es a mí a quien rehúsan oír (cap. 3:7). Las palabras que deben estar en la boca del creyente no han de ser las suyas, sino las del Señor. Tal mensaje no dará lugar a discusiones inútiles. Y debe ser recibido en el corazón (cap. 3:10).
La frente de los hijos de Israel era dura, pero Jehová daba una energía mucho más grande a su siervo (comp. cap. 3:8-9 con Isaías 50:7; Lucas 9:51). Por otra parte, su nombre era una promesa, ya que Ezequiel significa Dios fortalecerá.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"