Abordamos ahora el libro de Ezequiel, a veces descuidado por ser difícil de entender. Pidámosle al Señor su socorro especialmente para hallar edificación en esta profecía.
Este profeta era sacerdote, como Jeremías su contemporáneo.
Pero mientras este último permanecía en Jerusalén, Ezequiel había formado parte de un primer convoy de cautivos llevados “a la tierra de los caldeos” durante el reinado de Joaquín (v. 2-3).
Allí, junto al río Quebar, le fue dirigida palabra de Dios y fue testigo de una extraordinaria visión. En medio del fuego y del bronce refulgente –imagen de la justicia divina que ejerce sus derechos– el profeta ve cuatro seres fantásticos; eran querubines, guardianes y defensores de la santidad de Dios (cap. 10). Sus atributos (caras, alas, pies y manos) son otros tantos símbolos mediante los cuales Dios quiere hacer comprender cuáles son sus caracteres en justicia y en juicio: la inteligencia, la fuerza, la paciencia y la rapidez, representadas respectivamente por la cara del hombre, del león, del buey y del águila. Estos símbolos, con muchos otros, se encuentran de nuevo en el Apocalipsis, el cual es también un libro de juicios (véase Apocalipsis 4:6-7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"