El pobre Sedequías, atormentado por las preocupaciones e incertidumbres, vuelve a convocar secretamente a Jeremías. Este lo exhorta a salir “en seguida” al encuentro de los jefes caldeos y rendirse. Lo advierte de lo que le aguarda si no lo hace: es amenazado de que sus pies sean hundidos “en el cieno” (v. 22). El profeta sin duda dice esto pensando en su reciente experiencia, pero ¡qué diferencia hay entre los dos hombres! Sedequías, aunque sabe cuál es la voluntad de Dios, se siente sin fuerzas para cumplirla porque es dominado por el temor a los hombres: teme a los caldeos, teme a los príncipes (v. 5, 25), teme a los judíos ya transportados (v. 19; véase Proverbios 29:25). Solo el verdadero temor de Dios parece ausente de su pensamiento. Sí, ¡qué contraste con la seguridad que la fe da a Jeremías! Este encuentro nos hace pensar en la escena del capítulo 26 de los Hechos, en la que vemos a Pablo prisionero compareciendo ante el rey Agripa. Puede hablarle “con toda confianza” (v. 26) y termina diciendo: “¡Quisiera Dios que… fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!” (v. 29). Es de desear que nosotros también podamos ser como Pablo y Jeremías, siempre llenos de ánimo ante los hombres porque el Señor está con nosotros (Hebreos 13:6).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"