El salmo 45 declaraba a la Esposa terrenal: “Deseará el rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor”. De algún modo, el Cantar contiene la respuesta a esa invitación:
Yo soy de mi amado (v. 10),
dice la desposada del Rey Tiene conciencia de los vínculos que la unen a Él: Él es su Señor. Se gloría, no de su posición de reina, sino del amor del Esposo. Ya no es solo su hermosura (descrita en los v. 1-9) lo que el rey desea. Ella declara con seguridad: “Conmigo tiene su contentamiento”. Se ha dicho que ahí está la nota más elevada del Cantar… y al mismo tiempo la más humilde. Estar seguro de que el Señor nos ama no es pretensión, ya que ese amor de ninguna manera está fundado en nuestros méritos. El alma está establecida en la gracia. Y esperamos que cada uno de nuestros lectores posea esa seguridad de ser amado personalmente por el Señor Jesús.
En la viña de Israel, que no ha sido guardada y lleva tanto tiempo de estéril, por fin se verán brotes y flores, promesa de una magnífica cosecha (v. 12). También ahora cada redimido es llamado a rendir culto a Dios por medio de Jesucristo, ofreciendo esos exquisitos frutos de la alabanza guardados para el Amado (v. 13; Hebreos 13:15; Deuteronomio 26).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"