La funesta actividad de los falsos profetas no se limitaba a Jerusalén y Judá. En la misma Babilonia, algunos de los del pueblo transportado propagaban palabras mentirosas. En su carta, Jeremías pone en guardia contra ellos a “los cautivos” y anuncia el horrible fin de dos de esos hombres malvados: Sedequías y Acab. Un tercero, Semaías, había escrito desde Babilonia al pueblo que había quedado en Jerusalén para impelerle a la rebelión contra Jehová (final del v. 32). En una de sus cartas, ese hombre ni siquiera había vacilado en designar a un nuevo sacerdote con el cual contaba para apoderarse de Jeremías. Pero, como este último lo escribió en otra parte:
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? (Lamentaciones 3:37).
Semaías también debe oír la sentencia de Jehová contra él.
Cuántas veces, en sus epístolas inspiradas, otros siervos de Dios se verán obligados a denunciar a falsos maestros y malos obreros (por ejemplo, véase Gálatas 1:7; Filipenses 3:2; 2 Pedro 2:1; 1 Juan 2:18; Judas 3-4 y sig.) Hijos de Dios, nuestra seguridad consiste en conocer bien la voz del buen Pastor (Juan 10:4-5). Entonces no correremos el riesgo de confundirla con otra.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"