La visión del capítulo 24 se sitúa en el momento en que Nabucodonosor ya transportó a Babilonia una parte de Judá con su rey Jeconías (o Conías; cap. 22:24). Dos cestas de higos le aparecen al profeta. Los primeros son espléndidos, excelentes; los otros, horribles e incomibles. Contrariamente a lo que se podría pensar, los higos malos son la imagen de los habitantes de Judá que permanecieron en el país, mientras que los muy buenos representan a los “transportados”. Jehová hará prosperar a estos últimos y los traerá de vuelta en el tiempo determinado. Aunque penoso, ese desarraigo de su país y de sus costumbres es conforme a la voluntad de Dios y les será provechoso.
Entre las promesas que se les hace, ciertamente la más preciosa es la del versículo 7:
Les daré corazón para que me conozcan.
Por medio del corazón –y no por la inteligencia– aprende el hombre a conocer a Dios.
Notemos que no hay una tercera cesta. Generalmente no existe posición intermedia ante Dios. Es igual entre los hombres de hoy, él solo puede reconocer vivos y muertos, “hijos de luz” e “hijos de ira” (Efesios 2:3; 5:8). ¿De qué lado nos hallamos?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"