Tratemos de escribir nuestro nombre en el suelo (v. 13); pronto será ilegible. ¡Cuántos insensatos procuran, sin pensar en el porvenir, hacerse un nombre en una tierra que va a pasar! Querido amigo, su nombre debe estar escrito en el libro de la vida.
Y volvemos a hallar la triste declaración del capítulo 2:13: “Dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas”. En Juan 6:66 varios discípulos se alejan de Jesús, quien, precisamente en el capítulo siguiente, va a revelarse como esa fuente de aguas vivas (cap. 7:37).
La oración del versículo 14 reconoce que solo Dios puede cambiar el malvado corazón del hombre. “Sáname… y seré sano; sálvame, y seré salvo”. En el capítulo 31:18, Efraín pedirá a su turno: “Conviérteme, y seré convertido”.
“Porque tú eres mi alabanza” agrega el profeta. En la obra de la salvación todo es para gloria de Dios.
En el resto del capítulo, Jehová recuerda sus instrucciones respecto del “día de reposo” (sábado). La ley había sido violada en este punto como en todos los demás (cap. 7:9). Un siglo más tarde, después del regreso de Babilonia, el fiel Nehemías tomará a pechos esa enseñanza de los versículos 21 y 22 (Nehemías 13:15). Recordará a los nobles de Judá que los infortunios del pueblo habían sido consecuencia de la infidelidad de sus padres a ese respecto.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"