Para que el hombre tome conciencia de su condición de pecador inveterado, Dios emplea en su Palabra diferentes lenguajes: el ejemplo del pueblo de Israel y de su quiebra moral; el don de su santa ley; la perfecta vida de Cristo aquí abajo (la que, por contraste, hace resaltar la maldad del hombre), y finalmente, como aquí, declaraciones directas e irrefutables. El versículo 9 afirma que el corazón humano es fundamentalmente perverso e incorregible: “Engañoso… más que todas las cosas, y perverso”. Esta es una sentencia que debemos grabar definitivamente en nuestro pensamiento; así seremos guardados de otorgar la menor confianza a ese pobre corazón –tanto al nuestro como al de los demás– y nos ahorraremos muchas decepciones. Más bien realicemos el versículo 7:
Bendito el varón que confía en Jehová, ... con la feliz porción que resulta de ello
(comp. el v. 8 con el Salmo 1:3).
Al apagar su sed en la fuente inagotable, tal hombre no teme calor ni sequía; ni siquiera se da cuenta de ellos. Arraigado en Él (Colosenses 2:7), no teme y no cesa de llevar fruto para Dios. En efecto, hace realidad la condición enunciada por el Señor Jesús: “El que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"