Jeremías, por ser él mismo precioso a los ojos de Jehová, ha sido invitado a mantenerse separado de lo que es vil (cap. 15:19), es decir, de ese pueblo malvado. Es imposible participar del mal y al mismo tiempo dar testimonio contra los que lo practican. Dios ni siquiera permite a ese joven que funde una familia en semejante lugar. Todo esto tiene por objeto mostrar claramente que no puede haber una duradera instalación en Jerusalén en vísperas del juicio que la amenaza. Además –y esto nos habla a todos–, Jeremías, al igual que un verdadero nazareo, debe abstenerse de toda comunión con los banquetes y festejos de un pueblo condenado. Pero, por cierto, no es una gran privación para alguien que halla su gozo en la Palabra de Dios (cap. 15:16). Cuanto más el Señor y su Palabra sean nuestra dicha, menos ganas tendremos de gustar los engañosos placeres que el mundo puede ofrecernos.
Los versículos 10 a 21 mencionan: el castigo de Jehová que cae sobre su pueblo; el motivo de ese castigo; pero también la promesa de una futura restauración (v. 15).
La poderosa intervención de Jehová por medio de “pescadores” y “cazadores” para volver a traer a los hijos de Israel tendrá por efecto el hecho de que él también sea reconocido por las naciones (v. 19).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"