“Yo, yo soy vuestro consolador” (v. 12). Cuántos creyentes al pasar por la prueba han hecho la experiencia de que no hay verdadero consuelo fuera de Dios. En verdad Él es “Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). Pero, a veces, somos como el salmista cuando declara: “Mi alma rehusaba consuelo” (Salmo 77:2). Los conmovedores llamados de Dios a su pueblo han quedado sin eco. No hubo “nadie que respondiera” salvo un débil remanente que seguía la justicia (cap. 50:2; 66:4). Ahora, un grito redoblado y apremiante se hace oír: “Despierta, despierta, levántate… vístete tu ropa hermosa…” (v. 17; cap. 52:1). Se trata de sacudir a Jerusalén de su sueño porque el Mesías va a aparecer. El capítulo 53 nos mostrará la acogida que le fue reservada cuando vino por primera vez. Rechazado, Cristo volvió a subir a la gloria. Pero hoy estamos en vísperas de su retorno. Y Jesús nos hace recordar su promesa: “He aquí yo vengo pronto”. Él se presenta a sí mismo: “Yo soy… la estrella resplandeciente de la mañana” (Apocalipsis 22:12, 16-17, 20). Despierta y llena de esperanza, la Esposa dice conjuntamente con el Espíritu: “Ven”. ¡Que cada cual le haga eco en su corazón y también le conteste: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"