En el versículo 12 del capítulo 46, Dios se había dirigido a los que estaban alejados de la justicia. Ahora su gracia habla a los que siguen la justicia (v. 1) y la conocen (v. 7). En un mundo injusto, están expuestos a sufrir por esa justicia y necesitan ser alentados: “No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes” (v. 7). Cristo fue el primero en soportar esa afrenta y esos ultrajes de parte del hombre (cap. 50:6). Por eso Él nos es dejado como modelo, a fin de que sigamos sus pisadas (1 Pedro 2:20-24; 3:14).
A semejanza del Señor Jesús, quien podía decir: “Tu ley está en medio de mi corazón” (Salmo 40:8), Dios puede hablar aquí de un pueblo ¡en cuyo corazón está su ley! ¿Podría Él señalarnos de igual manera? Queridos amigos: ¿mora la palabra de Cristo “en abundancia” en nosotros? (Colosenses 3:16; Juan 15:7).
La oración del versículo 9 hace un llamado al poderoso brazo de Dios (cap. 53:1) que, otrora, había derribado a Egipto y hendido las magníficas aguas. Una vez más, Él arrancará a Israel de su cautiverio. Como en la orilla del mar Rojo, el Espíritu pondrá entonces cantos de triunfo en la boca de “los redimidos” y colocará sobre sus cabezas “gozo perpetuo” (v. 11; comp. cap. 35:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"