La progresiva revelación que Dios hace de sí mismo va a completarse ahora maravillosamente. El capítulo 42 empieza con la presentación de una Persona: “He aquí mi Siervo…”. A tal punto se trata del Señor Jesús en Isaías, que este libro ha sido llamado a veces «el evangelio del Antiguo Testamento». Ya hemos encontrado versículos que anuncian su nacimiento, luego su manifestación en Galilea (cap. 7:14; 9:1-2, 6). Ahora somos transportados a la orilla del Jordán. La poderosa voz de Juan el Bautista ha resonado en el desierto (cap. 40:3). Entonces aparece el perfecto Siervo. Y en seguida, según la promesa que tenemos aquí, Dios pone “su Espíritu sobre él”. V. 1:
Bajo la apariencia de una paloma, el Espíritu Santo viene a morar sobre el Amado en quien el Padre tiene complacencia
(comp. Mateo 3:17).
Ungido con el Espíritu Santo y con poder, comienza entonces su incansable ministerio de gracia y de verdad (v. 1-4, citados en Mateo 12:18-21).
“A otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” declara el Señor. Este versículo 8 permite explicar muchos castigos y humillaciones, no solo para Israel, sino también para los cristianos de hoy en día (ver también cap. 48:11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"