Una gran cuestión va a ser debatida en los capítulos 40 a 48 que abordamos: la de la idolatría del pueblo. Naturalmente, ese tema empieza por puntualizar algo: ¿Quién es el Dios de la creación? (v. 12 y sig.) Antes de hablar de los falsos dioses, el profeta establece la existencia y la grandeza del Dios incomparable (v. 18, 25; comp. Salmo 147:5). Tal es también la mejor manera de anunciar el Evangelio. Empecemos por presentar a Jesús. Pocas palabras bastarán para demostrar la vanidad de los ídolos del mundo. Cuando un niñito se ha apoderado de un objeto peligroso, antes que arrancárselo con dificultad y con riesgo de herirle, sus padres le presentarán primeramente un más hermoso objeto que le impulse a soltar el primero.
Dios no solo posee el poder en Sí mismo, sino que Él es la fuente de todo verdadero poder. ¡También para ustedes, jóvenes, que creen poseer aún fuerzas y capacidades personales! Recuerden estos versículos 29 a 31; han dado prueba de su eficacia al alentar a innumerables creyentes desanimados. Guárdenlos a su turno en el corazón, como un corredor prudente tiene en reserva una provisión especial para el momento de cansancio. El apóstol Pablo no se cansaba, porque tenía su mirada puesta en las realidades invisibles (2 Corintios 4:1, 16-18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"