Los capítulos 40 a 66 forman un conjunto muy distinto, al punto que a veces han sido llamados «el segundo libro de Isaías». La primera parte tenía por tema principal la historia pasada y futura de Israel, así como la de las naciones con las cuales tuvo (y tendrá) que habérselas. En la división que abordamos, se trata esencialmente de la obra de Dios en los corazones para que miren hacia Él. Nuestra oración, al empezar esta lectura, es que tal obra se haga en cada uno de nuestros corazones. Solo la gracia divina puede cumplirla y, por esta razón, Dios empieza por hablar de consuelo y de perdón.
Entre “las voces” que resuenan al principio de este capítulo (v. 2-3, 6, 9), hay una que reconocemos:
la de Juan el Bautista . Los evangelios nos enseñarán de qué manera él preparó el camino del Señor Jesús.
(comp. Juan 1:23)
El siguiente llamado, citado en 1 Pedro 1:24-25, compara el carácter frágil y pasajero de la carne –incluso lo que puede producir de más hermoso (su flor)– con “la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (comp. Mateo 24:35). En fin, Jerusalén está invitada a anunciar a todos: “¡Ved aquí al Dios vuestro!” ¿Somos también mensajeros de buenas nuevas? (comp. 2 Reyes 7:9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"