La oración es como un perfume

Salmos 141 – Salmos 142

Nunca cansamos al Señor al dirigirnos a Él. Al contrario, la oración de un creyente es un perfume agradable para él (v. 2; comp. Apocalipsis 5:8 final). Por desdicha, nuestra boca es capaz de hacer brotar también palabras amargas. Sin el socorro de arriba, nadie es capaz de domar su lengua (Santiago 3:8-9). Aquí el hombre de Dios le pide: “Pon guarda a mi boca”. Sin embargo, esta no hace más que revelar lo que se agita en el corazón (Salmo 39:1-3). Este último también necesita una guardia vigilante para que no se incline a “cosa mala” (v. 4). En fin, sepamos considerar la reprensión no como una herida del amor propio sino como un favor, “un excelente bálsamo” reservado por el Señor para los suyos (v. 5; comp. con 2 Samuel 16:5, 10; Gálatas 6:1).

Salmo 142. Perseguido por Saúl, David se ha escondido en la cueva de Adulam (1 Samuel 22; Salmo 57). Anda errando con sus compañeros “por los desiertos, por los montes, por las cuevas y las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:38). No hay refugio humano para él (v. 4). Pero su fe le permite exclamar a Jehová:

¡Tú eres mi refugio, mi porción en la tierra de los vivientes! (v. 5, V. M.).

“Me rodearán los justos…” (v. 7). Cristo, el verdadero David, introducirá consigo en la gloria a los que Él haya vestido con su propia justicia.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"